SONNY
Cuando abrió el paquete, no podía creer lo que veían sus ojos. El Saxo
estaba ahí, luminoso, de color plata, hermoso hasta para la inspiración. Sonny
miró a través de la ventana amplia del departamento y aspiró el aire de la
mañana cristalina. El prefería la tranquilidad de su pueblo a las grandes urbes
que lo único que le habían dado era las malas noches y las malas compañías; la
droga y el sexo fácil, que poco a poco lo habían desaparecido de las grandes
giras y conciertos. Su mujer, Lucille había salido a una cita con un agente de
conciertos de Jazz y todo parecía que volvería a tocar el saxo como él solo lo podía
hacer. Volvió a mirar nuevamente el paquete abierto y sacó el aparato para
contemplarlo plenamente. Era el mismo saxo con el que había acompañado a
Charles Parker allá por los años 40, cuando hacia los primeros pininos en el
Jazz. En ese tiempo la moda era el bop y el maestro Hawkins lo había alentado a
seguir interpretando en el tenor las más hermosas melodías de los dioses. Sonny
se esmeró por captar el sonido serio y poderoso del maestro y también
improvisaba como lo hacia Parker, en sus inolvidables ráfagas de acordes hechas
a la velocidad de la luz y de la inspiración.
Cogió entonces el saxo y empezó a tocar. Primero con un acorde suave
que límpidamente se desplazaba por la habitación hasta llenarla toda. Sonny
cerrando los ojos fue subiendo el tono para llegar hasta la nota del saxo tenor
que tenia ya para entonces la fortaleza de un concierto. El sonido se escuchaba
para entonces en la calle y la gente se arremolinaba en torno a la escalera del
edificio, esperando que nunca acabase de tocar ese maestro inolvidable y se
acabase el mundo para siempre
José Ñique-Lima-Perú