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lunes, 29 de abril de 2019


ESO ES FACIL
(INSTRUCCIONES DE COMO SALIR DE UN GRUPO DE WASSAT)
Pablo, mi hijo adolescente, estaba ansioso y mortificado. Así lo veía hacía varios días y trataba de que me dijera que problema le afligía. Yo, en los últimos tiempos me he acercado a el con mayor premura que antes. Tenía antes el criterio estúpido de que él, por su propia cuenta podía desenvolverse entre los  vaivenes de la vida y del mundo. En realidad debería ser así, pero ahora con  este mundo tan cruel y salvaje es muy difícil que los jóvenes puedan ir solos por ahí.
Un día lo invite a salir. Le dije: “Pablo vamos a cenar a un chifa chévere”. Mi hijo es hincha de la comida china y un arroz chaufa de langostinos es el manjar de los dioses para él. Yo se de esta debilidad de Pablo y por ahí fui la acometida. Cuando llegamos al restaurante chino-peruano, este estaba con pocos clientes y nos sentamos en un lugar cómodo y alejado de la cocina. Las chicas que atendían, porque todas eran mujeres, eran de Venezuela. Se les notaba al instante por el modo de hablar, que es propio de los lugareños de ese país.
“A la orden” dijo la chica, una morochita con unos ojos marrones y una sonrisa juvenil. Pedimos el plato preferido de Pablo y un refresco de Chicha Morada. Yo le hablé del partido que iba a jugar nuestro equipo preferido y las posibilidades de este en la Copa Sudamericana. Pablo estaba totalmente relajado saboreando su manjar y entonces le pregunté al instante:
-Pablo hijo, te noto preocupado. ¿Qué pasa muchacho?- le pregunté.
Mi hijo me miró sin dejar de comer. Algo me trató de decir pero calló.
¿Qué se puede hacer ahí?. No hay psicólogos que nos digan nada al respecto.  Pablo seguramente trataba de terminar y cortar la conversación recién iniciada y yo me vi abrumado. Volví al asalto.
-El alianza esta flojo y necesita mejores delanteros- le dije despistándolo
-No es eso, necesita un mejor entrenador. Con el argentino no pasa nada- me contestó con resolución.
Yo por ahí vi una ventana abierta de par en par para volver a tocar el tema que me interesaba. Y lo tenia que hacer antes de que terminara el plato que comía entusiastamente.
-Hijo. Te he notado un poco preocupado. Dime compadre- trate de ser un cómplice ahí. ¿Qué pasa? Con confianza nomas.- Trate de mostrarme amigable. Un padre amigo.
Pablo nuevamente me miró y sonrió. Estaba contento con su plato y en verdad en ese restaurante preparan bien ese platillo.
-Mira viejo- me dijo. -La verdad es que mi problema es como salgo de un grupo de wasap que me han incluido sin preguntarme y yo quiero salir de ahí.
Yo respiré profundamente. Hacía tiempo que quería yo mismo salir de un grupo que ya no funcionaba. Ni como amigos, ni como conocidos. Hacia tiempo que me había decidido y a ultima hora me desanimaba y no salía del grupo. Había funcionado antes y ahora era una rémora, un artificio, un dilema. Entonces a mi cerebro llegó como un misil ruso, la idea hacia tiempo postergada.
-Mira- le dije. -Es fácil-
Y cogí me celular. Fui al programa. Vi el “Grupo de patas” y Sali en forma tan fácil que Pablo no vio las lágrimas que caían por mi rostro enjuto.
-¿Qué, así es- Me dijo riéndose. -Fácil-
Si le dije. Recontra fácil




CASIMIRO PREVISOR
Los lifes estaban nadando como podían en la lata de aceite “Cocinero”. No era el rio, claro, pero tenían la fuerza para querer salir de esa lata estrecha. Saltaban como salmones enanos. En la estación del tren esperaban transeúntes para ir a Talambo. Esta es una hacienda que esta cerca a Chepén, donde Casimiro vivía. Su madre le había encargado que vaya a la estación para ver si estaban vendiendo lifes. Y ahí estaban estos en una lata listos para la venta, rebosando de energía y frescos como para un sudado con yuca sancochada. Era su plato preferido.
Se acercó a la señora que parecía la dueña de los peces. Estaba esperando el tren también ella para dirigirse a Talambo. Casimiro la miró y le habló entusiasmado:
-Señora, buenos días- le dijo sonriendo.
La señora miró en dirección a los rieles del tren. El tren estaba viniendo de Guadalupe y todos en la estación se movieron, con sus alforjas y latas.
Casimiro estaba nervioso. Los lifes de iban y no iba a almorzar el soñado sudado que su mama le había dicho que iba a cocinar al mediodía.
-Señora- le dijo Casimiro casi gritándole.
-Si dime hijo. Le contestó ahora la señora con la lata de lifes en su hombro.
-Mi mama quiere comprarle los lifes- le contestó Casimiro.
-¿Toda la lata?-preguntó incrédula la mujer.
-¡Si¡- le dijo Casimiro mintiendo.
Entonces llegó el tren. La mujer de los lifes bajó la lata y ya no subió al tren.
-¿Dónde está tu mama?- preguntó la señora. -¿Seguro que quiere toda la lata?.
-Si- mintió otra vez Casimiro, quien  a sus ocho años lo hacía por segunda vez.
El tren partió y la mujer se sentó en una de las bancas a esperar la venta.