CIRCO POBRE
Cuando Casimiro llegó al arenal y advirtió el
toldo gigantesco de trapos y sabanas desordenadas sonrió pleno de felicidad. El
sol quemaba y el calor era opresivo. Los niños descalzos miraban unos al
papagayo gigantesco que estaba encadenado al palo guayaquil y que gritaba
“!!!Mono cochino!!!”, “!!! Mono cochino!!!”; y otros al pobre monito que se
columpiaba con un plátano entre sus manos en una jaulita pequeña.
Asimismo reparó en el grupo de personas que hacían
fila en una de las puertas del circo. Se acercó hacia el primer hombre de la columna
y le preguntó: “¿Dígame señor pa’que es esta cola?”. El hombre le contestó sin
mirarlo: “Es para la chamba que están solicitando estos del circo”.
Casimiro se ubicó al final de la fila. Metió una
mano al maletín que llevaba y lo primero que se colocó fue la nariz roja; luego
sacó la tempera amarilla para pintarse un lado de la frente; la tempera roja lo
combinó con la naranja y se pintó las mejillas. Tenía confianza de que ahora si encontraría trabajo,
aunque sea de payaso.
José Ñique-Lima-Perú