Corría el año 141 y Roma vivía aún una época de guerras y conflictos. Sus habitantes, sin embargo, vivían en beneplácito y en constante desarrollo. Era una época de florecimiento cultural y espiritual y las familias aristocráticas se esforzaban porque sus hijos tuvieran educación y cultura. Se habían establecido grandes colegios para estas familias y en este ambiente creció Marco Aurelio, que ya muy joven se había inclinado por la filosofía. Su madre Domicia Lucilla, que era de familia consular siempre le había conculcado el amor al estudio y a vivir son obstentacion, y el niño apreció siempre esta filosofía materna. Cuando Marco Aurelio cumplió 17 años de edad, fue nombrado heredero del trono y fue por esos años que conoció a Ytia, una chica que tenía dos años menos que el futuro emperador. Ytia también provenía de una familia aristocrática y le gustaba el arte y la pintura. Su familia, sin embargo, quería que Ytia estudiase leyes y ella se inclinaba más por la pintura, por la contemplación de la naturaleza. El futuro filósofo y emperador vio en ella a la mujer perfecta. Ambos paseaban por las afueras de Roma cuando se conocieron. Iban a la campiña y buscaban estar solos para contemplar las montañas cercanas a Roma y el se sentía contento en esas salidas. En una de esas salidas, el joven tomó inesperadamente las manos de Ytia y por un instante la miró como un desposeído. Ytia miró el horizonte y dijo: mira que hermosas montañas en otoño. Mira sus nieves infinitas. Marco Aurelio estaba profundamente enamorado de Ytia y ella de las montañas. Nunca se dio cuenta de ese amor platónico que consumía al futuro emperador. Vivimos por un instante, sólo para caer en el completo olvido y en el vacío infinito del tiempo. Quizás fue ahí donde Marco Aurelio comenzó a escribir sus pensamientos que lo llevarían al estoicismo. Lo demás es historia.
Cuentos Cortos
José Ñique