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sábado, 31 de agosto de 2013

LA GORDA NEGRA Y ZAMBA

Salomón pensó verla en la noche, pero Juliana no fue. Estuvo en la Pila de la plaza de armas hasta las ocho y ella no llegó. Habían acordado verse como todos los viernes a la misma hora y Salomón pensó lo peor; esta cojuda me saca la vuelta. No puede ser que no venga si yo la hago gemir hasta el grito desesperado y de repente me finge la muy condenada. La señora que vendía anticuchos y pancita lo miraba como aun naufrago que se moría de hambre. Era tan flaco Salomón que daba pena. Siempre había sido delgado. Desde que era dirigente obrero. En esos tiempos no cenaba. Solo pan y te. Tenia que ir a la Central de trabajadores a educarse en clasismo y en esas vainas que ahora ya no le importaban porque ahora era un gran funcionario. Ya no vestía, por ejemplo, con ese polo del sindicato y las camisas que compraba en la Parada. Ahora se vestía en tiendas del centro y tenía un carrito que más o menos lo paraba. En esos pensamientos se ocupaba cuando apareció la gorda.
Primero se miraron. Luego sonrieron. La gorda que era negra y zamba se acercó al puesto de anticuchos y pancita y dijo en voz alta “Señora véndame un combinado” dijo con su voz ronca de macho. “¿Con anticuchos y pancita?” le pregunto la señora que atendía. “No, con Rachi” asintió la gorda mirando al flaco Salomón, que turbado se sentó en una banca milenaria.
-“¿Y?” le dijo de un sopetón la gorda. “Así te han enseñado presentarte?”
- “No entiendo amiga”- le dijo tímidamente Salomón, acomodándose la corbata y sudando copiosamente.
La gorda miró el edificio colonial que servía de Tribunal Correccional y se sacudió el pelo ensortijado. “Seguramente le habrán dicho que sea cauto a este huevas”
-Mira hermanito, yo soy Lucrecia, tu contacto de la nota, ¿Entiendes? No eres tú “Gustavo”?
Salomón la miró entre estupefacto y sorprendido. “Esta pata ta buena para que me saque mis chucaques” pensó.
Y así comenzó la historia de la Masonería en Talambo



Jose Ñique. 

jueves, 29 de agosto de 2013

COSTURA INVISIBLE

Don Eduardo Pisfil tenía una bodega inmensa donde yo compraba los chocolatines que eran la delicia de mi niñez.  Dos por cincuenta y de yapa uno mas, hasta que el pobre quebró. El me enseñó el ejemplar inmenso lleno de figuras  de las Mil y una noches donde los pichos nos extasiábamos con las aventuras de Schahrazada, los reyes y los visires. Luego el viejo regaló el libro a la biblioteca municipal y ahí íbamos religiosamente a leer los niños del barrio el libro extraordinario. Un  día cualquiera Claudia, Agustina; Carlos y yo fuimos a la biblioteca a leer el libro y nos encontramos con que el rey Simbad  venia de un viaje del lejano oriente. Había traído muchos tesoros y por supuesto muchas aventuras que contar. Nos narró que en un reino lejano los árboles eran inmensos y que todos los frutos que había en Chepen no eran nada comparados con los que había en esos inhóspitos reinos. La guayaba, la maracuyá, los dátiles, las sandias, las naranjas y los melocotones eran una delicia y el había traído esos frutos para regalar a su pueblo. Cuando nos despedimos del rey y nos fuimos por las calles oscuras y vacías del pueblo, íbamos extasiados de la lectura del maravilloso libro.
Muchos años después, en una visita que hice a mi pueblo, encontré a Don Eduardo que estaba trabajando como sastre ambulante en el mercadillo de Chepen. Me acerqué y le dije mi nombre para recordarle que lo había conocido en mi niñez ahora lejana. El viejillo me miró desde lejos y asintió diciéndome lo siguiente: “También le puedo hacer a su prenda una costura invisible señor”


José Ñique-Lima-Perú

martes, 27 de agosto de 2013

CREO QUE SON CANGREJOS


Se dieron cuenta. Abajo esta oscuro y se perciben siluetas que resaltan en la imagen. Parecen rocas, piedras grandes o arena. Montículos que algún niño que estuvo cerca jugando y haciendo castillos de arena los dejó desparramados para ir a comer helados. O quizá puede ser hierbas cerca de la hamaca. Lo que si esta claro es que hay cocoteros. Si, esos árboles que apenas distinguimos son cocoteros y no palmeras. Un árbol tiene dos ramas grandes y de ahí cuelga la parte izquierda de la hamaca, que es  vieja y de bastante uso. La otra cuerda, la derecha esta bien amarrada al cocotero de su lado. Desde ahí se distingue al hombrecillo en la hamaca. Es chato y joven, musculoso y con una resaca bárbara, porque para tomarse el jugo así debe estar bien sediento. El mar a lo lejos es de película. Muy hermoso y esas olas que dan ganas de tirarse desde la compu. Y el cielo, que azul y que nubes. Es realmente el paraíso. ¿Pero esas manchas negras en el suelo?

Creo que son cangrejos.


José Ñique-Lima-Perú



sábado, 24 de agosto de 2013

EN LA PLAYA…avatares


No recuerdo cuanto tiempo estuve echado en la hamaca ni cuando me quede dormido, lo cierto es que al despertar para encaminarme a mi casa, como a eso de las cuatro de la tarde, me encontré con Felicita y una amiga gorda y piernona. Venían hacia mi y Felicita me presento a su amiga y a un amigo que era un flaco, pecoso, ojos claros y parecía un gringo acholado. El tipo me dijo que estaba bien, que le parecía bien y que quería charlar un rato conmigo en el cafecito aquel que estaba en el malecón. Felicita turbada y con una risita nerviosa le dijo que yo era pescador y el gringo acholado me indicó Ahh esta bien, muy bueno. Me preguntó como me llamaba y yo le dije que me llamaba Cerezo Ramírez y el dijo ahh que bueno, mucho bueno y se encaminaba rápidamente hacia el malecón por la arena pegajoza. Felicita se reía y me decía que bravo que eres. Y yo atrás de él más perturbado por la gorda que me miraba y suspiraba.


José Ñique-Lima-Perú