CASIMIRO PREVISOR
Los lifes estaban nadando como podían
en la lata de aceite “Cocinero”. No era el rio, claro, pero tenían la fuerza
para querer salir de esa lata estrecha. Saltaban como salmones enanos. En la estación
del tren esperaban transeúntes para ir a Talambo. Esta es una hacienda que esta
cerca a Chepén, donde Casimiro vivía. Su madre le había encargado que vaya a la
estación para ver si estaban vendiendo lifes. Y ahí estaban estos en una lata
listos para la venta, rebosando de energía y frescos como para un sudado con yuca
sancochada. Era su plato preferido.
Se acercó a la señora que parecía
la dueña de los peces. Estaba esperando el tren también ella para dirigirse a
Talambo. Casimiro la miró y le habló entusiasmado:
-Señora, buenos días- le dijo
sonriendo.
La señora miró en dirección a los
rieles del tren. El tren estaba viniendo de Guadalupe y todos en la estación se
movieron, con sus alforjas y latas.
Casimiro estaba nervioso. Los
lifes de iban y no iba a almorzar el soñado sudado que su mama le había dicho
que iba a cocinar al mediodía.
-Señora- le dijo Casimiro casi gritándole.
-Si dime hijo. Le contestó ahora
la señora con la lata de lifes en su hombro.
-Mi mama quiere comprarle los
lifes- le contestó Casimiro.
-¿Toda la lata?-preguntó incrédula
la mujer.
-¡Si¡- le dijo Casimiro mintiendo.
Entonces llegó el tren. La mujer
de los lifes bajó la lata y ya no subió al tren.
-¿Dónde está tu mama?- preguntó
la señora. -¿Seguro que quiere toda la lata?.
-Si- mintió otra vez Casimiro,
quien a sus ocho años lo hacía por segunda
vez.
El tren partió y la mujer se sentó
en una de las bancas a esperar la venta.
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